El pasado sábado tuve la oportunidad de asistir a una actividad fuera del aula con los alumnos de Prehistoria de la UNED. Los recursos que nos ofrece el entorno (ya sea el más próximo, como el barrio, o el más alejado, como pudiera ser, en este caso, un yacimiento arqueológico) suponen una herramienta primordial para un aprendizaje más inmediato y duradero. En otras palabras, son una estrategia metodológica muy importante, a mi parecer.
Por una parte, el aprendizaje es inmediato porque observas y experimentas directamente, sobre el terreno. Por otra, es duradero, ya que es más fácil quedarse con los detalles. En ocasiones, lo aparentemente anecdótico, lo sencillo, se convierte en conocimiento que asimilas. Por esa razón, poder realizar una clase fuera del aula es complementario, pero no por ello debería ser prescindible.
El conocimiento no está solo en los libros de texto ni entre las cuatro paredes del aula. La aportación del profesor es importante, así como su papel de guía y orientador para que el alumno despierte sus inquietudes por aprender y por aprender a aprender. Pero, además, estar en contacto directo con aquello sobre lo que estás estudiando es muy enriquecedor, desde el punto de vista didáctico.
En este caso, a través de la visita a estos restos de Puig de la Nau, en Benicarló, pudimos deducir y entender, gracias a la intervención de un experto en la materia, la forma de vida del pueblo íbero: cómo vivían, a qué se dedicaban, cómo eran sus viviendas, cómo guardaban la ciudad, cómo se defendían, etc. Cualquier disciplina, no solo la historia, es susceptible de este tipo de actividades que, como todos sabemos de sobra, se han visto mermadas este año. Pero las extraescolares son tan importantes como las clases que se realizan dentro del centro educativo.