Esta noche celebramos una de las cenas más esperadas después de Nochevieja, sobre todo para los más pequeños, que esperan con ganas la llegada de los Reyes Magos. Me refiero a la cena del roscón de Reyes: esas roscas rellenas de nata, chocolate, cabello de ángel y demás ingredientes que esconden el haba y la figurita y que acaban de aportarnos los hidratos de carbono que tan poca falta nos hacen ya a estas alturas. Pero, como no quiero ser aguafiestas, hoy voy a dedicar un artículo al roscón, rosco o rosca de Reyes.Y ya que la lengua es un claro reflejo de la sociedad en que vivimos, con sus tradiciones incluidas, quiero indagar en los orígenes de estos términos.

Todos conocemos de sobra esta tradición que se celebra la noche o el día de Reyes y tampoco quiero entrar en la diversidad de recetas que existen para elaborar este postre, si se le puede llamar así. Si echamos un vistazo al DRAE en su vigésima segunda edición, nos encontramos con que el roscón es un «bollo en forma de rosca grande». El Diccionario de la Real Academia Española no dice nada acerca de la expresión roscón de Reyes. Sin embargo, esto no siempre ha sido igual. El Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española (NTLLE) así nos lo demuestra. Y en este punto es donde me surge la duda de si esta expresión es una locución, una colocación o un compuesto sintagmático, algo de lo que los gramáticos no opinan con unanimidad.
En este sentido, nos encontramos con que la palabra originaria es rosca que, con el significado de «bollo de masa de harina como la del pan, u otra delicada, como la del bizcocho, formado en círculo», ya aparece en el siglo XVIII (año 1737). En este mismo año, descubrimos una definición de roscón significativa:

Pero no será hasta un siglo después, en la década de los 70, cuando se introduzca también la referencia explícita al roscón de Reyes:

Sin embargo, podéis ver más arriba, como ejemplo, una imagen de un anuncio del periódico ABC del 6 de enero del año 1912, en el que un establecimiento regala una onza de oro en un roscón de Reyes, algo que demuestra que la expresión se usaba mucho antes. De hecho, otras fuentes sitúan la costumbre de comer roscón el día 6 en el siglo XIX. Pero lo que realmente llama la atención es que la referencia explícita al roscón de Reyes se haya mantenido hasta la 21ª edición del diccionario de la RAE y que no se mantenga en la actualidad, ni siquiera en la definición de rosco («roscón o rosca de pan o de bollo»), ni en la de rosca («pan o bollo de esta forma»), ni en la de rey (sí aparece, entre otras, día del Reyes). Yo pensaba que era una locución por su carácter frecuente y fijo (se utiliza siempre rosca, rosco o roscón de Reyes), idiomático (es propio de nuestra lengua) e institucionalizado (forma parte de nuestra cultura), sin embargo, al no estar actualmente lexicalizada (es decir, no está incluida en el diccionario), ¿es una colocación? ¿es acaso un compuesto sintagmático?
Dejo a un lado el debate fraseológico y me centro ahora en el término rosco. Hemos visto que roscón aparecía en el diccionario no como aumentativo de rosco, como pudiera parecer, sino de rosca. De hecho, la palabra rosco se introduce en el diccionario en el año 1925, precisamente como sinónimo de rosca y de roscón:

Finalmente, si miramos al otro lado del Atlántico, el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) nos da una idea de cuál es la expresión que se usa allí. Por ejemplo, vemos que en México se dice rosca de Reyes, tal y como aparece en la gran novela de Laura Esquivel, Como agua para chocolate. Y hablando de dulces, yo me pido un roscón de chocolate, y si puede ser con onza de oro en lugar de figurita, mejor. ¿Y la dieta? Puede esperar…