Un cartel de un organismo público me ha servido de inspiración para hablar de un tema que me apasiona y del que siempre se puede aprender algo nuevo. Me refiero al uso que hacemos de los extranjerismos, esas voces procedentes de otras lenguas (principalmente, anglicismos o galicismos), que nos llegan de diversas formas: o bien las usamos tal y como son, o bien las adaptamos a nuestro idioma. Otra opción que se produce muchas veces por error (o por ultracorrección) es mezclar ambos mecanismos, como vemos en la imagen del cartel (al que, por cierto, le falta la tilde en el adverbio):
En el cartel nos encontramos con dos extranjerismos: parking y ticket. Parking aparece tanto en singular (parking) como en plural (párkings). Este aparece, además, con tilde. Parking es un anglicismo que, como aparece en el cartel, no está adaptado al español. El Diccionario Panhispánico señala que en estos casos, cuando los extranjerismos conservan su grafía original, no deben someterse a las reglas de acentuación del español. Por tanto, párkings debería aparecer sin tilde: parkings. De todas formas, tampoco se entiende que se haya decidido acentuar la que está en plural y no su singular. Por otro lado, cuando usamos un extranjerismo crudo en nuestros textos, este siempre debe ir marcado tipográficamente en cursiva. Así lo estipula la Ortografía de la lengua española (2010). Seguramente, quienes diseñan carteles publicitarios piensan que la cursiva dificulta la lectura, aunque sea lo correcto (o no lo saben, o no quieren saberlo porque ni siquiera les importa el tema).
También está muy extendido, sobre todo en los medios de comunicación, el uso de parquing, adaptando la grafía -k por la -q (y tanto con tilde como sin ella, como se puede ver aquí o aquí. Parece que con el simple cambio de la grafía ya se ha castellanizado la palabra, sin embargo, en español la terminación -ing no existe, por esa razón, la RAE propone la voz adaptada parquin y su plural párquines.
Si nos resulta extraña o artificiosa, siempre podemos usar un equivalente en nuestro idioma. ¿Por qué no usarlo si existe? Aunque algunos vocablos extranjeros, como parking, son muy usados, en español tenemos una gran variedad léxica para designar las realidades que nombran algunas de las palabras extranjeras que se incorporan a nuestra lengua. En el ejemplo, podríamos decir aparcamiento, estacionamiento o parqueo (como se denomina el parking en algunos países de América). En este sentido, el libro de estilo de El País propone esta opción:
parking. Debe emplearse ‘aparcamiento subterráneo’ o, simplemente, ‘subterráneo’. Ejemplo: ‘Dejé el coche aparcado en el subterráneo’. Si se trata de un aparcamiento al aire libre, utilícese ‘aparcamiento’.
Si atendemos ahora al otro extranjerismo que aparece en el cartel, y echamos un vistazo a lo que dice el Panhispánico, la mejor opción es la de tique o tiquete:
Pero, como la mejor opción no tiene por qué ser la más atractiva al oído y a la vista, siempre podemos utilizar su sinónimo en español. Así nos puede ocurrir con algunas de las voces adaptadas que propone la RAE para algunos extranjerismos: besamel o besamela son las variantes propuestas para la voz francesa bechamel; bluyín para blue jeans; colage para collage; escúter para scooter; fuagrás para foie grass; güisqui para whisky; márquetin para marketing; yacusi para jacuzzi, pirsin para pearcing. Esta me encanta: pimpóm para ping-pong…Y su jugador se llama pimponista. Algunas adaptaciones son tan divertidas… Pero están ahí y podemos usarlas. Podemos decir El disyóquey ha puesto un cederrón dedicado al pimponista, El disc-joquey ha puesto un compact disc dedicado al jugador de ping-pong o El pinchadiscos ha puesto un disco compacto dedicado al jugador de tenis de mesa. Habemus opciones. Para saber qué podemos usar y cómo, está el DPD.